Héroes del Altruismo

Dedicación por los demás
Ha servido a su familia a lo largo de su vida. Ahora con 79 años se dedica a velar por el bienestar de las ancianas  acogidas en la “Casa se los Pobres de San Vicente de Paul como señora de la caridad”.
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Doña Edith mostrando algunas de las manualidades que hace.

Doña Edith Moreno es una señora de la tercera edad que se distingue por su dulzura y amabilidad. Desde muy temprano conoció de las luchas que hay que librar en la vida. Es la tercera de cuatro hermanos donde el primero fue varón y las demás fueron hembras. Recuerda ella que cuando llegó a tener la edad para comenzar la escuela, sus padres debían decidir si las niñas estudiarían. “A mi hermano como era varón a él le dieron todo. Es que  el sistema de antes era que a las mujeres las metieran a aprender a la cocina no en la escuela”.

Así fue como la mamá de Doña Edith empezó a hacer costuras para pagarles la escuela. Con lo que ella ganaba y con medias becas mis hermanas y yo sacamos la primaría recuerda, Doña Edith. De esa manera, venció una de las tantas barreras que se le impondrían en la vida, pero aún faltaban muchas más.  Sus obras como personaje altruistas aún no comenzaban, pero las barreras del destino comenzaban a crecer.
El deseo de salir adelante la llevó a esforzarse por estudiar el bachillerato. “En aquel tiempo era primer año que iban a poner señoritas en el bachillerato y mi mamá no tenía dinero, pero fui a hacer los exámenes y quedé. Para eso me ayudó mi mamá, relata Doña Edith.  Sin embargo, para sus útiles y uniformes ella buscó una solución.
“Le mande a decir a todos los vecinos que yo les iba a hacer los estrenos para navidad. Mi mamá los cortó y yo los cocí. Así puede comprar todo lo que me hacía falta”, recuerda Doña Edith. Más adelante, las personas a quienes les había confeccionado esos estrenos  fueron sus clientes y con lo que percibía de eso pudo costearse los cinco años del bachillerato.
Luego, con dificultades económicas comenzó el primer ciclo para estudiar medicina en la universidad. Pero, en ese tiempo contrajo sarampión y entre  su enfermedad y otras razones tuvo que retirarse. Fue así como buscó trabajo de secretaría. Su bachillerato y su curso de taquigrafía le permitieron trabajar con un abogado y obtener un salario de sesenta colones.
Pero los éxitos laborales sólo comenzaban. “A los dos meses me subieron el sueldo con quince colones más, y eso era bastante antes” recuerda Doña Edith. La experiencia de trabajar la llevó a hacer cosas que para ella eran desconocidas. Realizar una llamada telefónica fue todo un reto pues aquel aparato era algo nuevo para ella.
En mi primer día de trabajo mi jefe me pidió que llamara a los juzgados para ver que había. Yo no hallaba como hacer porque yo nunca había ni visto un teléfono. Pues por ahí andaba limpiando la doméstica y le dije que me ayudara. Después aprendí yo sola y ahí trabajé bastante tiempo, rememora Doña Edith.
Doña Edith lee una de sus oraciones favoritas.

Sin embargo, las labores y esfuerzos altruistas comenzaron cuando al morir su padre ella toma las riendas del hogar a los 21 años. Con lo que ganaba de su trabajo pudo darle el bachillerato a su hermana menor. 


Su madre quedó devastada y ella veló por todo lo relacionado con el hogar. Una de sus hermanas se casó pero su matrimonio no funcionó como lo esperaba. Por eso  decidió emigrar a Estados Unidos.
Doña Edith se hace cargo de cuidar a una de tres sobrinos  hijos del matrimonio de su hermana. Según ella, el padre de sus sobrinos era alcohólico y ellos siguieron ese ejemplo desde muy pequeños. A consecuencia del vicio uno de los sobrinos sufre lagunas mentales.
Debido a las fuertes crisis que el sobrino pasa entre el alcoholismo y las lagunas mentales Doña Edith lo interna en el Hospital Siquiátrico, después de algún tiempo. Ya recuperado ella sigue bregando con los cuidados de su sobrino pero ahora en su casa, sin embargo,  él vuelve a empeorar. Por eso lo interna nuevamente en el siquiátrico. Al pasar algún tiempo el padre decide velar por él y lo llega a traer y Doña Edith se lo entrega ya recuperado.
Ya con más tiempo para dedicarse a la labor altruista Doña Edith también participó en otro proyecto de ayuda a los demás. Esta vez fue en el dormitorio público de Santa Ana. “Trabaje Con el dormitorio público durante dos años. Nos preocupamos por equiparlo. Se recibió un donativo con el cual se reformó el edificio y se consiguieron camas. También les dábamos charlas y un refrigerio”, recuerda Doña Edith.
Según ella en aquella época salían a las calles a preguntarles a los indigentes acerca de sus necesidades e historias. Con ese material el comité del que era miembro hizo un documental el cual hicieron llegar a los distintos  clubes y asociaciones importantes para solicitar su ayuda. De allí provenían los fondos para hacerle mejoras al dormitorio público.
Pero las penas continuaban apareciendo. Su madre enfermó de cáncer gástrico por lo que se dedicó exclusivamente a cuidarla dejando su lugar en el comité que velaba por el dormitorio público. Pasó un año en que todos sus cuidados y atenciones eran para su madre hasta el día que murió.
 Con respecto a la presencia del amor romántico en  la vida de Doña Edith ella no lo encontró. “Yo me quedé sola porque Dios lo quiso, porque la verdad es que a uno siempre le salen pretendientes. Prácticamente todo mi instinto maternal lo dedique a cuidar a mis sobrinos y ellos fueron como mis hijos”, asegura Doña Edith.
“Yo me quedé sola porque Dios lo quiso, porque la verdad es que a uno siempre le salen pretendientes. Prácticamente todo mi instinto maternal lo dedique a cuidar a mis sobrinos y ellos fueron como mis hijos” asegura Doña Edith. Fue con esos cuidados que  ella conoció la satisfacción y suplió la necesidad de tener su propia familia.

Doña Edith bajo la estatua de San Vicente de Paul
Pero, una de las cosas que aquejan a esta heroína del altruismo hoy en día es la  enfermedad de su hermana. 


Desde hace algún tiempo le detectaron  Alzheimer y el mal de Parkinson. Esto provoca que ella se ocupe de los cuidados que su hermana necesita. 


Sin embargo, ha aprendido a distribuir su tiempo de forma que pueda realizar sus tareas de ayuda a los demás y el cuidado de su hermana.
Ahora a pesar de ser de la tercera edad es una persona muy activa. Antes de tomar su desayuno sale a caminar o nadar. “Yo comencé a hacer ejercicios cuando me retire de trabajar, ya me quedaba más tiempo” asegura Doña Edith. Hace algunos años llegó a nadar los mil metros. Ahora ya no es igual mi promedio pero siempre hago varios metros”, asegura Doña Edith.
Se reúne con dos grupos de pensionados, un día con uno y el siguiente con el otro grupo.  Cada uno con diferentes características, lo cual le permite acumular más amistades, lo cual según ella, la hace sentir agradable. No siempre puede participar en las actividades que realizan porque los cuidados que debe dar a su hermana requieren de algún tiempo.  Sin embargo, en los horarios que le queda tiempo realiza otro tipo de actividades.
Por la tarde va al asilo San Vicente de Paúl. Es miembro activo de la Asociación de Señoras de la Caridad. Trabaja junto a otras señoras en la organización constante de actividades para recaudar fondos. Ya por la noche, al regresar a su casa, se va a su cuarto a hacer manualidades mientras ve televisión. Lo que más me gusta hacer son unas cambas plásticas. Las hago para regalar en navidad, asegura Doña Edith.
Debido a los cuidados que necesita su hermana no puede asistir a todas las actividades que realizan los grupos en los que participa.  Pero, siempre está pendiente de participar en lo que le sea posible.
                                                                                             Trabajando por la tercera edad
Doña Edith con una de las ancianas del asilo San Vicente de Paul.
Las necesidades de la humanidad son muchas y Doña Edith decidió poner su granito de arena. Como miembro activo de la Asociación de Señoras de la Caridad se ocupa de gestionar fondos para mantener a las ancianas de la Casa de los Pobres “San Vicente de Paul” y algunas familias pobres que mantienen. De esta manera una señora de la tercera edad es más activa que muchas personas más jóvenes. Ha ayudado a su familia tanto como a personas ajenas.


Este es un ejemplo de labor altruista, que más allá de ser una buena acción es llevar a la practicar los buenas intenciones.


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